“Me he vuelto una avestruz así que ven a verme,” dijo un amigo recién incubado. Yo hice un cubo de gelatina rellena con varias clases de crema, me puse un sombrero para protegerme de la arena, caminé una larga vía, y llegué de visita. Al instante escuché la réplica, “Bien, arrástrese adentro por favor” en Lengua Avestruz; mi cuello se estiró considerablemente, mi boca se ahusó, y mis nalgas también se expandieron.
Tuvimos un diálogo ruidoso, ambos dejando correr lágrimas por nuestras miserias.
Ese fue un día en que la arena perforó mis ojos.
2 comentarios:
Asi es justamente como me siento ahora... como un avestruz.
:(
Que precioso escrito nenita, da para reflexionar un buen rato.
Mis respetos
Mar
mmm...a mi me gustari ser una avestruz...croe q tendria menos problemas...
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